Después de varios años deseosos de ir a disfrutar de los manjares que nos ofrece ese fantástico animal llamado cerdo, cochino, gocho, chon, guarro, puerco, gorrino, marrano, chancho o verraco, nos decidimos a ir a ese bonito pueblo de Soria que es El Burgo de Osma a las Jornadas Gastronómicas de la Matanza que organiza el Virrey Palafox en su XXXV edición.

foto grupo

Para los que no lo sepan, El Burgo de Osma es un municipio de unos 5.000 habitantes, situado a 62 Km de Aranda de Duero en dirección a Soria (N-122)(queremos la autovía A-11 ya!). Así que ni cortos ni perezosos, alquilamos un microbús y nos dirigimos a hartarnos de cochino, después de haber reservado con más de un mes de antelación.

Una vez en El Burgo, no fuimos a ver «el rito» de la matanza, porque los que somos de pueblo, quien más quien menos ya hemos visto como se hacen los chorizos y morcillas y a la gente fina le da un poco de asco el espectáculo, así que nos fuimos de «vermuses», para ir haciendo hambre.

Después, no sin antes preguntar a algún oriundo del lugar, nos dirigimos al comedor, donde nos sorprendió ver que aproximadamente 800 personas nos íbamos a poner las botas comiendo chorizo, panceta, morcilla y demás exquisiteces. Hay un comedor «principal» y otro anexo, de menor tamaño, donde nos toco comer a nosotros. Igualmente sencillo, pero un poco menos rústico (entiéndase la rusticidad en estos casos como un valor positivo).

Así pues, nos sentamos, cada uno donde pudo, en una mesa alargada, especialmente preparada para los 20 comensales que ya nos relamíamos viendo el ir y venir de los platillos. En cuanto nuestros traseros tocaron la silla comenzaron a traernos las viandas, es la ventaja de no tener que mirar la carta, tomar nota y esperar a que el pesado de turno decida si quiere solomillo o lubina XD

La tradición dice que hay que comer sin servilletas, y todo lo que te dan para limpiarte es un babero y el mantel (lo reconozco, me limpié con el mantel) XD

Nos sorprendió gratamente el vino, un Alidis Roble, tinto de la Ribera del Duero (como no podía ser de otra manera), con un paso agradable, convirtiéndose en un perfecto compañero de viaje. Además, agua de Montepinos (soriana) y una buena torta de aceite (nada que envidiar a las de Aranda).

A continuación el desfile de platillos, siempre traídos en raciones para compartir (para unos 4 comensales).

Entrantes:

Pastel de sesos y verduras
Jamón y lomo ibérico

jamon y lomo ibericos

Ensalada de oreja (con fresas)
Torreznos del alma y costillas en aceite

torreznos y costillas

Chorizo frito
Morcilla de arroz
Manitas guisadas y rabo estofado

manitas y rabo estofado

Lengua empiñonada y mollejas con setas

lengua y mollejas

Revuelto de setas

revuelto de setas

Entonantes:

Alubias pintas del Burgo o caldo de Gallina

caldo y alubias

Sorbete al cava

Terceros:

Jarrete con verduras

jarrete con verduras

Jamón asado con pasas

jamón asado

Lomo escabechado

lomo escabechado

Cochinillo asado

cochinillo asado

Postres varios:

Pastas, cochinillos de hojaldre, tarta de manzana, gajos de naranja, limón helado

postres varios

Después del festín, y para que no termine la fiesta, han habilitado una sala de fiestas en frente de la catedral, a modo de una sobremesa de boda al uso, con pachanga y cubalibres para seguir con la fiesta. Se agradece, porque en un pueblo de este tipo tampoco hay muchas otras alternativas de ocio.

Nosotros cogimos el minibús a las 19h de vuelta a casa. Error. Deberíamos haber quedado más tarde con el autobusero, o haber hecho noche en el El Burgo y haber continuado allí con la fiesta.

Lo mejor:
– La compañía. Sin ninguna duda, irte a comer con 19 amigos es algo que hay que hacer a menudo.
– El cerdo. Nunca acaba de sorprenderme la variedad de platos, texturas y sabores que nos regala este animal. Desde el exquisito jamón ibérico hasta los sencillos torreznos o las tortas de chicharrones.
– El vino tinto de la Ribera del Duero. Un acompañante ideal para estas comidas.
– El Burgo de Osma. Un bonito pueblo, muestra de la riqueza que tenemos «al lado de casa» y que no siempre apreciamos en su justa medida.
– La idea. Hacer que ir a comer cochino sea una ilusión y una gran diversión es mérito del Virrey Palafox.

Lo peor:
– El precio. 45€ es un precio alto para una comida que tampoco tiene una materia prima cara o una elaboración compleja. Tampoco el entorno o el servicio es el de un restaurante de lujo.
– No es la mejor opción para degustar «lo mejor» de cada plato. Se nota que todo es un poco «de batalla» y para degustar un buen cochinillo asado, un gran jamón ibérico, o una rica morcilla de arroz, tal vez haya otras opciones más acertadas.

En resumen:

Una experiencia positiva y divertida si eres de buen comer y te atreves con una comida contundente, no apta para colesteroles altos. Recomendable ir en buena compañía y con ropa que puedas desabrocharte un botón XD

Es caro y no es como para repetir todos los años, pero merece la pena disfrutar comiendo al son de los dulzaineros.

No sirven la ingente cantidad de comida que recuerdan todos los que han ido hace varios años, y que nos hacía imaginar bandejas gigantes llenas de chorizo y torreznos. Tal vez la crisis ha hecho que recorten las raciones para reducir costes, pero ni siquiera el más glotón se quedará con hambre.

Una buena idea la de los organizadores de montar esa «pachanguita» después de la comida, para bajar un poco el tocino y seguir la fiesta.

Recomendable.

Especiales agradecimientos a Luchi por las fotos ;o)