De vuelta en Barcelona. Por si todavía no os habéis dado cuenta, adoro la comida japonesa. Ha sido un descubrimiento culinario tardío, pero lo he cogido con ganas. Tanto, que no puedo resistirme a probarla allá donde voy. Barcelona no iba a ser una excepción, y menos cuando justo debajo de nuestro hotel está uno de los mejores restaurantes nipones de la ciudad: ICHO.

Nos invitó a cenar Armando, que como yo siente debilidad por el pescado crudo; será por los viajes a Noruega e Islandia, o porque a los bacaladeros les gusta probar la competencia.

Restaurante ICHO

El local, intimista, con iluminación suave y con decoración de lujo discreto en tonos rojos y negros. El personal no parece demasiado oriental, más bien barcelonés y quizá europeo, pero atento y con un estilo reposado y elegante, como manda la tradición nipona.

En la mesa y al más puro estilo catalán, cava fresquito para el aperitivo, acompañado con una selección de aperitivos y frutos secos fritos que incluían algunos con wasabi. Sabrosos y muy, muy picantes. Umh!! He bebido tanto cava en mi visita a Barcelona, que este año debería ser la invitada de honor de la Semana del Cava de San Sadurní d´Anoya. Creo que le voy a escribir una carta al alcalde proponiéndoselo, aunque no sé si ese va a ser mérito suficiente o tendré que insistir con una mayor demostración de mi devoción por los espumosos.

Volviendo a ICHO; la carta, además de las típicas especialidades de comida japonesa, tiene otras recetas de cocina de autor, así que acabamos pidiendo un poco de todo.

Para beber, como mi pasión por el cava no es del todo compartida por mis compañeros de mesa, pedimos un Albariño, Terras Gaudas 2006. Un clásico del que Josh ya ha hecho rendida cuenta en algún post.

Empezamos la cena con una tapa a base de pulpo y langostino con Sunomono , una ensalada de pepino y algas con vinagre de sake. Sabor exótico y ligeramente ácido que combina de maravilla con la textura de los mariscos.

Tapa de pulpo y langostino con Sunomono

Continuamos con dos clásicos, verdura en “tempura” (muy, muy crujiente y nada aceitosa), y Yakisoba (fideos fritos en este caso con cerdo y verduras) para compartir. La elaboración de los platos es muy cuidada y la presentación también, nada que ver con los japoneses que he probado hasta ahora.

Tempura de verduras y Yakisoba al fondo

Por supuesto no pueden faltar el sushi y el nigiri, (nunca se la diferencia entre ambos, pero pude constatar que las camareras tampoco) esta vez de salmón, pez mantequilla, langostino, atún rojo y anguila asada. ¡Una delicia! Nuevamente, me sorprende cada ingrediente que pruebo de la comida japonesa. Si el atún rojo resultó delicioso, la anguila es aún mejor. Carne prensada y salada con ligero toque a humo. El sushi de kobe no lo probamos esta vez, pero para la próxima no se me escapa…

Nigiri de atún rojo, langostino, anguila, pez mantequilla y salmón

Alberto, que es fan incondicional del balacao en todas sus formas, elige el bacalao saizyozuke, marinado en salsa de miso, con berenjena y huevas. Desde luego tiene poco que envidiar a los preparados con bacalao “a la nacional”, aunque por su poca cocción quizá no apto para paladares de gustos tradicionales, pero yo, os lo recomiendo.

Bacalao saizyozuke

La carta de postres es sorprendente por su elaboración, así que aunque yo no pido (soy esa gorrona que siempre se come unas cucharadas del tuyo) por supuesto pruebo los esféricos calientes de chocolate con leche, con crujiente de té verde y helado de amarena (cereza amarga) de Armando. ¡Indescriptibles! Creo que de haber visto antes la carta de postres, hubiera comido menos. Bueno, a quien pretendo engañar. Hubiera comido lo mismo y hubiera insistido a todos para que pidieran postre y así habría probado varios en vez de uno solo.

Acabamos con té verde y cafés y una vez más, con la agradable sensación de que según van pasando los años, ya bastantes por cierto, voy acabando uno a uno con todos mis prejuicios, con la comida y con muchas otras cosas. ¡Bendito tiempo!

Aunque yo no pagué la cuenta, de hecho ni la vi, el precio medio de ICHO es de unos 40 € por persona, con postre y té, vino aparte. Desde luego, no es un restaurante barato, pero la calidad se paga y el cumplir años también trae consigo el que cada vez te cueste menos pagar por la comida y más por las copas, que encima te acaban sentando fatal.

Lo mejor: Comida  de autor elaborada, platos diferentes y calidad de materias primas son sin duda de las mejores cualidades de Icho.

Lo peor: Por poner algo, diría que la iluminación escasa y la decoración algo oscura es lo peor del restaurante. No le doy más nota porque todo es mejorable.

Precio: 40 € por persona con postre y té, vino aparte.

Valoración TyG: 8,5 de 10

ICHO BCN

Deu i Mata, 69-95

08029 Barcelona

www.ichobcnjapones.com

Tel. reservas: 93 444 33 70