Massive Attack gira Heligoland en Madrid

La música en directo es la posibilidad de emocionarse y obtener sentimientos y sensaciones directamente, sin intermediarios, porque se establece una conexión entre el grupo y el público que no es posible al escuchar un cd. Massive Attack es uno de esos grupos que consiguen conectar con su público.

Y así debe ser, porque son los reyes del Trip-Hop, y este es un estilo en el que la música debe hablar directamente con el alma (trip, en inglés significa viaje).

Downbeat hipnótico (entre 60 y 120 bpm), breakbeats (patrones rítmicos diferentes al 4/4), graves electrónicos muy profundos, voces dulces femeninas (muy “jazzies” ), rap…

Era mi primer concierto en el Palacio de Vistalegre (qué de palacio tiene poco) y cometimos el error de ir a sentarnos a las gradas, por lo que al final terminamos en la parte de arriba, en unas butacas mierderas y delante de unos gilipollas de esos que te amargan el concierto sin parar de hablar y de decir chorradas (me faltó un pelo para darme la vuelta y pegarles un bufido).

La situación de los asientos nos hizo perder gran parte de la intensidad esperada de esos ritmos y graves del grupo de Bristol.

Así que empecé el concierto con mal pie… cagüen la leche! Incómodo (en todos los sentidos). Hasta que tocaron Teardrop, una de las obras maestras del grupo de Robert del Naja y Grant Marshall que si bien no contó con la voz de su interprete original Elizabeth Fraser, y en una versión un tanto diferente (un acierto ya que nunca habría llegado a sonar como la original) en la interesante voz de Martina Topley-Bird hizo que me olvidara de todo. A continuación Angel y el viaje ya había comenzado.

Lo de Horace Andy es impresionante, con el vibrato único de su voz, el rollo reagge y también el curioso baile (por llamarle algo) que hace mientras canta transmite el feeling perfecto a sus canciones.

Deborah Miller nos llevó con intensidad a los tiempos de los primeros discos de Massive Attack (Safe from Harm, Unfinished Sympathy …)

11 músicos en el escenario, con 2 baterías acústicas y la retahíla de samplers, sintes, guitarras y bajos con el apoyo visual de una pantalla de led gigante en la que se proyectaban cifras y mensajes de compromiso con la libertad y crítica al sistema.

El momento más divertido fue Inertia Creeps, tema en el que aparecieron en el escenario todo tipo de frases en castellano como que Tiziano Ferro es gay, Sergio Dalma celebra sus 30 años de carrera o Belén Esteban no volverá con Fran…

El concierto me sirvió para ver otro lado de Heligoland, su último disco. Girl I love you (temazo!), Babel, Psyche… y la brutal interpretación de Atlas Air (ver vídeo)  han hecho que re-escuche el CD con muchas ganas y encuentre ahora matices que no había acabado de comprender.

Durante este tema, la pantalla led mostraba logotipos de grandes multinacionales en color rojo, mostrando al final el logo de BP y la leyenda “Beyond Petroleum”, como crítica al vertido realizado por esta empresa en el golfo de Méjico, catástrofe medioambiental en la que la banda está colaborando a través de la Waterkeeper Alliance y su proyecto Save our Gulf.

El concierto finalizó en todo lo alto, con la genial Karmacoma (What? Jamaica aroma!), y a pesar de “las adversidades” previamente citadas me quedé con un gustazo en el cuerpo por haber visto un gran concierto de una de las bandas que tenía en mi “must list”.

Sin ninguna duda intentaré volver a verlos más adelante, cuando se preste la ocasión y entonces buscaré un mejor lugar para viajar XD ?

NOTA: las imágenes utilizadas han sido extraídas de la web de Massive Attack o de su página en Facebook

Comer en Barcelona (II) – ICHO

De vuelta en Barcelona. Por si todavía no os habéis dado cuenta, adoro la comida japonesa. Ha sido un descubrimiento culinario tardío, pero lo he cogido con ganas. Tanto, que no puedo resistirme a probarla allá donde voy. Barcelona no iba a ser una excepción, y menos cuando justo debajo de nuestro hotel está uno de los mejores restaurantes nipones de la ciudad: ICHO.

Nos invitó a cenar Armando, que como yo siente debilidad por el pescado crudo; será por los viajes a Noruega e Islandia, o porque a los bacaladeros les gusta probar la competencia.

Restaurante ICHO

El local, intimista, con iluminación suave y con decoración de lujo discreto en tonos rojos y negros. El personal no parece demasiado oriental, más bien barcelonés y quizá europeo, pero atento y con un estilo reposado y elegante, como manda la tradición nipona.

En la mesa y al más puro estilo catalán, cava fresquito para el aperitivo, acompañado con una selección de aperitivos y frutos secos fritos que incluían algunos con wasabi. Sabrosos y muy, muy picantes. Umh!! He bebido tanto cava en mi visita a Barcelona, que este año debería ser la invitada de honor de la Semana del Cava de San Sadurní d´Anoya. Creo que le voy a escribir una carta al alcalde proponiéndoselo, aunque no sé si ese va a ser mérito suficiente o tendré que insistir con una mayor demostración de mi devoción por los espumosos.

Volviendo a ICHO; la carta, además de las típicas especialidades de comida japonesa, tiene otras recetas de cocina de autor, así que acabamos pidiendo un poco de todo.

Para beber, como mi pasión por el cava no es del todo compartida por mis compañeros de mesa, pedimos un Albariño, Terras Gaudas 2006. Un clásico del que Josh ya ha hecho rendida cuenta en algún post.

Empezamos la cena con una tapa a base de pulpo y langostino con Sunomono , una ensalada de pepino y algas con vinagre de sake. Sabor exótico y ligeramente ácido que combina de maravilla con la textura de los mariscos.

Tapa de pulpo y langostino con Sunomono

Continuamos con dos clásicos, verdura en “tempura” (muy, muy crujiente y nada aceitosa), y Yakisoba (fideos fritos en este caso con cerdo y verduras) para compartir. La elaboración de los platos es muy cuidada y la presentación también, nada que ver con los japoneses que he probado hasta ahora.

Tempura de verduras y Yakisoba al fondo

Por supuesto no pueden faltar el sushi y el nigiri, (nunca se la diferencia entre ambos, pero pude constatar que las camareras tampoco) esta vez de salmón, pez mantequilla, langostino, atún rojo y anguila asada. ¡Una delicia! Nuevamente, me sorprende cada ingrediente que pruebo de la comida japonesa. Si el atún rojo resultó delicioso, la anguila es aún mejor. Carne prensada y salada con ligero toque a humo. El sushi de kobe no lo probamos esta vez, pero para la próxima no se me escapa…

Nigiri de atún rojo, langostino, anguila, pez mantequilla y salmón

Alberto, que es fan incondicional del balacao en todas sus formas, elige el bacalao saizyozuke, marinado en salsa de miso, con berenjena y huevas. Desde luego tiene poco que envidiar a los preparados con bacalao “a la nacional”, aunque por su poca cocción quizá no apto para paladares de gustos tradicionales, pero yo, os lo recomiendo.

Bacalao saizyozuke

La carta de postres es sorprendente por su elaboración, así que aunque yo no pido (soy esa gorrona que siempre se come unas cucharadas del tuyo) por supuesto pruebo los esféricos calientes de chocolate con leche, con crujiente de té verde y helado de amarena (cereza amarga) de Armando. ¡Indescriptibles! Creo que de haber visto antes la carta de postres, hubiera comido menos. Bueno, a quien pretendo engañar. Hubiera comido lo mismo y hubiera insistido a todos para que pidieran postre y así habría probado varios en vez de uno solo.

Acabamos con té verde y cafés y una vez más, con la agradable sensación de que según van pasando los años, ya bastantes por cierto, voy acabando uno a uno con todos mis prejuicios, con la comida y con muchas otras cosas. ¡Bendito tiempo!

Aunque yo no pagué la cuenta, de hecho ni la vi, el precio medio de ICHO es de unos 40 € por persona, con postre y té, vino aparte. Desde luego, no es un restaurante barato, pero la calidad se paga y el cumplir años también trae consigo el que cada vez te cueste menos pagar por la comida y más por las copas, que encima te acaban sentando fatal.

Lo mejor: Comida  de autor elaborada, platos diferentes y calidad de materias primas son sin duda de las mejores cualidades de Icho.

Lo peor: Por poner algo, diría que la iluminación escasa y la decoración algo oscura es lo peor del restaurante. No le doy más nota porque todo es mejorable.

Precio: 40 € por persona con postre y té, vino aparte.

Valoración TyG: 8,5 de 10

ICHO BCN

Deu i Mata, 69-95

08029 Barcelona

www.ichobcnjapones.com

Tel. reservas: 93 444 33 70

Comer en: Zamora – Restaurante La Vaguada

Bien sea porque Toño y Susana son unos generosos anfitriones o porque se conocen todos los restaurantes de esta ciudad, lo cierto es que Zamora nunca me ha decepcionado gastronómicamente hablando.

El Duero a su paso por Zamora

Esta vez, «los Susanos» nos llevaron a un restaurante que desconocían, La Vaguada. La única referencia era los buenos resultados que este establecimiento ha recibido en el concurso de tapas de Zamora (premio a la originalidad y buenos resultados tanto por parte del público como del jurado).

La apariencia es la de un modesto bar-restaurante de barrio, con una fachada un tanto descolorida y la zona de bar bastante poco iluminada, pero en cualquier caso limpio y correcto.

La Vaguada

Al comedor, igualmente sobrio, como el resto del establecimiento, se accede desde el bar por una escalera de caracol de peldaños cortos. Unas sirenas de escayola en las columnas y algún cuadro en las paredes eran el único adorno del mismo.

La primera sorpresa fue cuando pedimos la carta de vinos y no tenían, pero el camarero, al decirle que queríamos un vino blanco apareció con una botella de Valdubón Verdejo! Olé! El vino que me quedé con ganas de probar al no haber podido acudir a la presentación en Aranda! Esta fue la primera señal de lo que nos esperaba.

Valdubón Verdejo

Mientras esperábamos, tuvieron la cortesía de ofrecernos unas croquetillas para hacer la espera más llevadera. Llegaron los entrantes, unas generosas raciones de calamar pescado a caña a la plancha (con unas patatas fritas caseras) y almejas a la marinera, recomendación del camarero. Impresionante el calamar  y estupendas las almejas (hubo que hacer algún barquito en la salsa! XD).

La siguiente sorpresa fue otro detalle de la casa, un cocktail digestivo “Noches de Pasión” elaborado con cítricos y un ligero toque de alcohol. Delicioso e ideal como paso previo al segundo plato.

Los platos fuertes consistieron en Solomillo de Ternera, Chuletillas de Lechazo, Bacalao a la Tranca y Rodaballo Salvaje. Fueron apareciendo uno a uno, con una presentación que ya les gustaría a restaurantes de más nivel (y precio). Calidad en la materia prima y una cuidada elaboración y nosotros cada vez más contentos.

No suele ser habitual en mi, pero me decidí por el pescado y me llamó la atención el bacalao. Después de consultar con el camarero en qué consistía esa “Tranca” (un instante para sonreir XD) lo pedí y la verdad es que acerté. El plato tenía una salsa elaborada a base de pimentón y con un toque agrio que me recordaba a la prebe, pero algo más “elegante”, con ajitos tostados y unas rodajas de patata. Delicioso.

El solomillo de Susana, tierno y jugoso, de tamaño generoso y con una deliciosa guarnición.

Solomillo con guarnición

Cuando Toño pidió chuletillas me quedé un poco perplejo; cómo un oriundo de la capital del lechazo (Aranda de Duero) osaba pedir ese plato en tierras lejanas? Pero es que el “pájaro” ya sabía que en Zamora también hay lechazito de primera y yo confirmo sus palabras recordando aquellas chuletillas dignas de cualquier asador arandino.

Y el Rodaballo de Ana igualmente fresco y sabroso, coronado por un enorme langostino pelado.

Rodaballo salvaje

Como veréis he hecho varias veces mención al camarero. Un señor menudo que nos atendió de manera cordial, pero educada y atenta, explicándonos los platos y preguntándonos si todo era de nuestro agrado. Y es que no es habitual encontrar a verdaderos profesionales atendiendo las mesas de un restaurante. Una pena, porque un buen trato hace que la experiencia sea mucho más agradable. Nuestro reconocimiento a la profesionalidad de ese camarero anónimo.

En resumen, que La Vaguada no es un establecimiento donde esperas comer tan bien como nosotros lo hicimos. Un descubrimiento en toda regla! Repetiremos.

Lo peor: la fachada del restaurante no anima especialmente a entrar, con un rótulo de neón más adecuado para otro tipo de negocios y un ambiente de bar de barrio y restaurante de menú barato.

Lo mejor: la calidad de la materia prima y la elaboración de los platos. El servicio y los detalles de cortesía de la casa. El precio. No dejéis de probar los calamares pescados con anzuelo!

Precio: 4 personas con vino y café, pero sin postre. Nos invitaron a los chupitos. 102€

Valoración TyG: 8 de 10

Restaurante La Vaguada
C/ Villalpando 18
49005 Zamora
Tel: 980 512 755